Es que no sabía qué estaba escuchando, qué era lo que miraba, no sabía distinguir en dónde terminaba yo y dónde comenzaba todo lo demás, y me hacía falta respirar, me hizo falta regresarme sobre mis mismos pasos para saber en qué punto me perdí, cuándo dejé de ser yo por darle gusto a los demás, y así en una lógica absurda sentirme aceptado, sentir que iba por un buen camino aunque no fuese el mío.
Pero hay ruido en aquello que a uno no le place, hay ruido cuando intentas ser quien no eres, pero también hay belleza en lo simple, en el silencio, en esa luz tenue que disfrutas a solas, y miras los autos pasar, las luces cambiar, y todo te sabe a silencio, no hay recuerdos porque después de todo no hay nada que valga la pena traerlo a este momento. Prefiero mirarme así, sereno con la vista a esa avenida por donde transitan voces que no escucho, almas que no veo, sentimientos que no siento.